Si la relación que tuvimos con nuestros padres fue
esencialmente sana, con expresiones adecuadas de afecto, interés y aprobación. Entonces
como adultas, tendemos a sentirnos cómodas con personas que engendran
sentimientos similares de seguridad, calidez y una dignidad positiva. Y tenderemos
a evitar gente que nos haga sentir menos positivas con respecto a nosotras
mismas a través de sus criticas o de su manipulación para con nosotras. Su conducta
nos resultara repelente.
Sin embargo si nuestros padres se relacionaron con nosotros
de manera hostil, critica, cruel, manipuladora, dictatorial, demasiado
dependiente, o de otras formas inadecuadas, eso es lo que nos parecerá correcto
cuando conozcamos a alguien que exprese, quizá de manera más sutil, matices de
las mismas actitudes y conductas. Nos sentiremos cómodas con personas con
quienes se recrean nuestros patrones infelices de relación, es lo que
conocemos, y tal vez nos sentiremos incomodas e inquietas con personas apacibles,
más amables o más sanos en otros aspectos.
También es posible que te suceda que ante el desafío de intentar cambiar a
alguien, de intentar hacer feliz a esa persona o de ganar afecto o aprobación reprimidos,
tal vez, simplemente nos sintamos aburridas con gente más sana, que no nos
suponga un reto. A menudo el aburrimiento encubre sentimientos leves e intensos
de malestar, que algunas mujeres tienden a sentir cuando no están en el papel
de ayudar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario